El pasado 9 de septiembre Luis Cruz profesor de guitarra de LA ISLA, Música y Arte presentó su disco «ROCKER» en la Sala Costello de Madrid, acompañado por la Furgoband.
Un buen grupo de alumnos y profesores de LA ISLA estuvimos allí apoyándole, disfrutando con cada canción y sintiendo la fuerza de su directo.
CARLOS GARIJO, alumno de Luis Cruz en LA ISLA es nuestro escritor invitado de hoy y nos trasmite sus sensaciones en aquella noche especial.
Gracias CARLOS.
Nos hacen falta muchas manos, pero solo un corazón
(Miguel Ríos)
Los viejos rockeros no ya solo nunca mueren, sino que nunca son vencidos. Algunos pocos, como decía Hemingway de los hombres, “pueden ser destruidos, pero no derrotados”. Quizás así se pueda resumir parcamente la carrera de Luis Cruz, guitarrista de Topo desde que era un adolescente, y que el pasado sábado 9 presentó su primer álbum en solitario.
La Sala Costello, un acogedor lugar en el centro de Madrid, estuvo repleta para presenciar el debut de Luis Cruz y la Furgoband durante algo menos de dos horas, pero que al mismo tiempo también fue toda una vida. Toda una vida porque lo que se vio en el escenario fue cariño y aprecio desinteresado por la música, algo que Luis lleva muy adentro y que logra comunicar como pocos saben: con la grandeza que otorga la sencillez. No necesita juegos de luces ni escenarios de infinita longitud: él ha entendido como pocos que la música no es un negocio, sino una simbiosis perfecta entre cuerpo y alma: una forma de vida que aspira a inspirar al resto.
El despliegue artístico de Luis tanto como de sus compañeros fue, en esencia, atemporal: un rock clásico, de pegada, con matices clásicos y modernos. Es decir, lo que se ofreció en una pequeña sala de Madrid fue, cuanto poco, un monumento al rock que recorre registros y sonoridades intergeneracionales, un concierto que en verdad fue un momento íntimo y cálido, como una reunión de viejos amigos que llevan tiempo sin verse. Pensar y decir que fue un concierto sería tan desacertado como decir que el Renacimiento fue un conjunto de pinturas. Lo que sucedió aquella noche se diseñó con el material con el que se escriben los sueños.
La propuesta del disco es tan clara como sincera: hacer un rock directo y sin empaques y Luis y la Furgoband nos ofreció el repertorio completo de su álbum debut donde destacan sobre todo dos canciones: “Bartolo” y “Gallega, celta y meiga”, un tema folk de corte instrumental influido en la que es, como él mismo afirma, su segunda tierra: Galicia. Mención especial a Fernando Ponce de León, que tocó varios de los temas que conforman el álbum.
Más allá del conformarse con tocar íntegramente todas sus canciones, humanizó la noche con versiones que incluyeron la carismática actuación de Óscar, el cantante de Lujuria, al micrófono en “Agradecido”, el clásico de Rosendo, entre otras. Probablemente el momento más especial fue cuando se subieron los músicos de Topo para tocar, entre otras canciones, su famosa “Mis amigos donde estarán” un manifiesto que pone de relevancia que el rock no entiende de edades: entiende de actitudes.
Lo más importante del concierto fue el grado sumo de emotividad, cercanía y humanidad. Algo que va más allá de lo musical y lo estético, y que pocos músicos hoy en día consiguen. No es técnica, no es velocidad, y mucho menos es un espectáculo lleno de pirotecnia. Es magia. Y, sin duda, Luis Cruz y los integrantes de la Furgoband dieron un recital inolvidable y eterno.
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